Las huertas caseras, son un mecanismo de resistencia y de reincidir en la visión productiva campesina, pues promueve las buenas prácticas de producción que juegan un papel armónico con la cultura y el medio ambiente, sin deslegitimar claramente a la cultura alimentaria del territorio que se basa en el cultivo de la papa. Por tanto, las huertas caseras parten de la construcción de la relación familia-producción-alimentación-medio ambiente, pues se da por sentado, a partir de la experiencia, que la producción en la ruralidad de Bogotá, basa sus prácticas acarreando diferentes costos ambientales y culturales, como lo puede ser la debilitación de la identidad campesina y la afectación a ecosistemas estratégicos como el páramo. A la vez, en ningún modelo productivo se evidencia el beneficio cultural, económico y ambiental que representan las huertas caseras pues, toda la familia (desde niño a anciano) se involucra en estas prácticas, lo que compete una economía solventada por todos y para